A la defensa del ocio
Hugo CuestaOctubre 2021
En México tenemos un dicho popular muy conocido que dice: “El ocio es la madre de todos los vicios”. Por eso no me parece una mala idea intentar desde esta cápsula reivindicar el ocio. Pero para esto debemos aclarar que es el ocio. Por definición, el ocio es lo opuesto al negocio, del latín, nec- otium.
Y tal vez de ahí nace la mala percepción que tenemos del ocio, porque claramente el negocio tiene un gran cartel y al ocio se le identifica como sinónimo de pereza, flojera o dispersión. En nuestro entorno, una persona “ociosa” es una persona que pierde el tiempo. Que no hace nada.
Por otra parte Pascal nos dice que “Todas las desgracias del hombre se derivan de no ser capaz de estar tranquilamente sentado solo en una habitación”.
No creo que Pascal nos diga que la solución a los problemas del hombre sean entregarse a la pereza y a perder el tiempo. Que con los años, vamos atesorando como el activo más valioso que tenemos. Quisiera aprovechar esta frase de Pascal para reivindicar el Ocio, sosteniendo que a lo que se refiere es a la necesidad del hombre de abrir en su vida espacios de sosiego y tranquilidad, para interiorizar y conocerse a sí mismo, espacios donde florezca la creatividad, la inspiración, la introspección. Para dedicarnos a una actividad central que nos define como personas. A pensar.
Hay varios autores que hablan de la relevancia de este concepto y que lo relacionan con la parte fundamental del proceso creativo del hombre. Josef Pieper lo hace en El Ocio y la Vida Intelectual, cuando recuerda que el ocio no es pereza… sino una actitud del alma. Para Pieper, el ocio es la actitud que promueve la percepción receptiva, intuitiva y contemplativa en el hombre.
Lo que nos quiere decir es que las grandes ideas, los planes novedosos, las soluciones creativas, requieren un estado de tranquilidad, de silencio y contemplación, que son propias del ocio y sirven para dar al cuerpo, mente y alma un respiro y un espacio desde el que retomemos la perspectiva de la vida y podamos desde ahí definir nuestro lugar en el mundo.
Yo no puedo pensar ahora en ningún artista o premio Nobel que haya concebido sus creaciones corriendo con un celular en la mano. Como andamos nosotros muchas veces. Si vivimos a merced de las prisas, seremos incapaces de crear, reflexionar, disfrutar ni de descubrir quien realmente somos.
Isaac Newton tuvo su año más prolífico en 1665, que curiosamente coincidió con la gran plaga que azotó Londres. El joven científico de 22 años tuvo que dejar su ajetreada agenda de cursos y clases y proyectos en la Universidad de Cambridge y retirarse a su casa. En lo que bien pudo haber sido un año perdido (igual que ha sido para muchos esta pandemia de Covid 19), fue para él un año de descubrimiento. En ese tiempo desarrolló la ley de la gravedad y el cálculo, sus dos más grandes herencias a la humanidad.
Para encontrar y aprovechar tus tiempos de ocio, te doy algunas recomendaciones:
Búscalos y agéndalos. No los dejes “para cuando se pueda”, porque así… nunca se puede. Y ya hemos aprendido que lo que no se agenda no se hace.
Si tu día es muy intenso, despiértate media hora antes de que se levante tu casa y empiece la actividad, para con un café pensar, meditar, rezar y si estar de ocioso. Deja que en esos momentos que divague tu mente, que vuele tu imaginación, y estoy seguro que de pronto te toparás con ideas, sueños y proyectos con los que no te hubieras encontrado en tu ajetreado día.
Ah y por supuesto sin el principal enemigo de nuestros espacios de soledad, el celular.
Una vez que incorpores a tu rutina estos espacios de soledad, de silencio, de ocio, te darás cuenta, que la actividad mental y espiritual a la que nuestro mundo postmoderno califica como una ociosa pérdida de tiempo, puede ser tu mejor inversión.
Para conocer el video completo visita el siguiente link:
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