Las crisis forman parte de la vida
Hugo Cuesta
Agosto 2021
Una frase popular nos dice que hay pocas certezas en nuestra vida:“La muerte y los impuestos” y yo añadiría una tercera. Los problemas y tal vez una cuarta las crisis. Nos guste o no, como la muerte misma, las crisis son parte de nuestra existencia. Podemos estar seguros de que, antes o después, todos habremos de enfrentar una crisis y, sin embargo, por alguna razón, siempre que llegan nos toman por sorpresa.
¿Por qué?
Ya sea en el trabajo, la familia o en lo personal, nos acostumbramos con mucha facilidad a la rutina y a los largos períodos de nuestra existencia sin acontecimientos relevantes, y esto parece hacernos olvidar que en cualquier momento en cualquier esquina, puede surgir un problema que genere una crisis. Creemos que lo normal es la vida “normal” la rutina; pero es una ilusión. De pronto, sin previo aviso, llega una vivencia dolorosa, un acontecimiento externo o interno que nos cimbra y nos hace recordar que las crisis son parte esencial y normal de nuestra existencia. A pesar de que incluso en nuestra empresa podemos tener un manual de manejo de crisis, que nos orientan en cómo reaccionar ante tal o cual situación, al llegar estas pareciera que siempre nos toman mal parados.
No todas las crisis son iguales.Hay crisis de distintos tipos, calados y consecuencias. Pequeñas crisis y crisis inmensas. Independientemente de su magnitud y nivel, en todas enfrentamos la misma encrucijada: Manejarlas adecuadamente o perdernos en ellas. Sucumbir o sublimarnos a su paso.La palabra crisis viene del vocablo griego “kriné” que significa “cruce de caminos”. Esta descripción resulta bastante gráfica, ya que todos los que hemos pasado por una o más crisis, nos sentimos así: ante una disyuntiva y una elección. Una crisis no es un “problema”, sino la encrucijada que presenta un problema.
Pensemos por un momento lo que ocurre cuando enfrentamos una crisis. A diferencia de los animales quienes por instinto, solo tienen ante sí 3 formas de reaccionar: huir, pelear o paralizarse (en inglés fight, flight or freeze son las respuestas conocidas del cerebro reptiliano, la estructura más básica en los cerebros animales); las personas, al contar con herramientas superiores como la inteligencia y la voluntad podemos recurrir a la libertad para decidir cuál será nuestra reacción ante cada encrucijada. Podemos, dejar que opere nuestro cerebro animal y simplemente “reaccionar” conforme a las 3 f, o, en cambio, hacer una pausa y reflexionar antes de decidir nuestro plan de acción.
Hay crisis que requieren de una acción inmediata para mitigar sus efectos (pensemos en algún incendio o un niño caído al agua). Pero aún en esas es necesario analizar y decidir antes de actuar.
Al referirnos a la crisis como una encrucijada, este proceso se hace más evidente. Si enfrentamos un cruce de caminos, sería absurdo lanzarnos sin pensar a andar cualquiera de los caminos que se nos presentan, sin haber evaluado primero el que nos llevará a donde queremos llegar. Con este ejemplo pretendo subrayar la importancia de las decisiones que tomemos al enfrentar nuestras crisis, ya que unas buenas decisiones (lo que significa unas crisis bien manejadas) pueden llegar no sólo a mitigar sus efectos adversos, sino incluso a generar resultados positivos para las personas que las viven.
Hay pocas cosas que forjan el carácter con la eficiencia de la adversidad. Los aviones, para despegar, requieren el viento en contra. Es la presión lo que les da la fuerza. Algo parecido ocurre con las personas. Las crisis nos ponen a prueba, nos llevan al límite, pero bien manejadas sacan lo mejor de nosotros y representan una oportunidad de crecimiento. Literalmente de despegue.
El carácter se construye en los momentos difíciles, en las situaciones complicadas. La capacidad de análisis y de discernimiento, así como la fuerza de voluntad son herramientas básicas para enfrentar los problemas que la vida nos plantea. No puedo pensar en mejor forma de desarrollar estas habilidades que ante una crisis.
Creo que asumirlas como parte de la vida, nos permitirá al menos dejar de sorprendernos cuando lleguen, reaccionar de manera más serena y decidir objetivamente el camino a tomar ante la encrucijada que representan. Haciéndolo podremos reducir sus efectos negativos y recuperar la estabilidad lo más pronto posible.
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