¿CUÁNTAS VERDADES NECESITAS PARA VIVIR?

 


“La verdad os hará libres”, leemos en el Evangelio. Y la frase resiste el paso del tiempo porque toca algo esencial: la verdad existe, y además, podemos conocerla. 

¿Por qué? Porque tenemos dos potencias superiores: la inteligencia, que capta la realidad tal como es, y la voluntad, que nos permite actuar conforme a lo que hemos comprendido. 

Desde siempre hemos buscado la verdad. A veces con humildad, otras con arrogancia. Algunos pensadores, como Hegel o Nietzsche, afirmaron que la verdad no está fuera de nosotros, sino dentro: que el ser humano es la medida de todas las cosas. Esa idea —fascinante y peligrosa— ha ido permeando nuestra cultura hasta instalar una creencia absurda, pero popular: cada quien tiene “su” verdad. 

Así nació la posverdad: una distorsión de la realidad al gusto del consumidor. No importa lo que sea real, sino lo que “me funciona”, lo que “siento”, lo que “me acomoda”. La realidad se convierte en plastilina emocional. Y lo que no encaja con mis opiniones… simplemente lo borro. “Yo tengo otros datos”, decimos con total seriedad, como si eso cambiara el mundo. 

Chesterton lo vio venir hace más de un siglo: 

“Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde y el cielo azul.” 

Ese día ya llegó. 

Y sin embargo, hay esperanza. Porque la realidad es terca. Puedes negarla, pero siempre acaba imponiéndose. Puedes decir que la gravedad no existe, pero si saltas de un tercer piso, ella no va a entrar en debate. 

La verdad no es múltiple, ni líquida, ni negociable. 

Es lo que corresponde con la realidad. 

Y lo creas o no… sólo esa verdad puede liberarte. 

Piénsalo bien: 

¿Estás buscando la verdad o sólo confirmación? 

Quizá es hora de dejar de tener “otros datos”… y empezar a vivir conforme a los hechos. 


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“Los hechos no dejan de existir porque se les ignore.” 

— Aldous Huxley

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