¿Para qué estás aquí?



                                                                                                            Hugo Cuesta 
                                                                                                           Mayo 2022


“¿Para qué estás aquí?”.

No es una pregunta menor ni, mucho menos, nueva. Es, de hecho, la gran pregunta: una que filósofos, pensadores, líderes y gente ordinaria se han hecho desde hace siglos. En términos filosóficos esta pregunta se podría formular así: ¿Cuál es el sentido de tu vida? ¿Cuál es tu misión? ¿Cuál es tu razón de ser?

No pretendo dar aquí una respuesta. Yo no sé cuál es tu misión. Sólo hay una persona que puede descubrirla y esa persona eres tú. A lo único que yo puedo aspirar (y aspiro) es a darte algunas pistas, algunas guías e ideas para que te atrevas a buscar tu propia misión, y encuentres razones para vivirla. 

Y si de dar respuesta a esta demoledora pregunta se trata, una referencia obligada es Viktor Frankl, famosísimo psiquiatra vienés, fundador de la logoterapia y autor de obras fundamentales en relación con el propósito de la vida, entre las que destaca, precisamente, El hombre en busca de sentido. Ya desde su época, en 1955, Frankl advertía que el deseo de significado en la vida del hombre se ve frustrado a nivel mundial. “Cada vez hay más personas obsesionadas por un sentimiento de falta de sentido en sus vidas, que a menudo viene acompañado de una fuerte sensación de vacío”. 

Este vacío, al que Frankl llama “vacío existencial”, está muy lejos de ser una enfermedad. Más bien lo consideraba como un derecho del hombre, el privilegio de tener la capacidad de buscar el sentido de su vida, ya que “ningún otro animal es capaz de hacerse esa pregunta”

Para agravar su sentencia, nota Frankl que “nuestra sociedad no puede llegar a satisfacer todas sus necesidades humanas y no hace más que crear nuevas. Pero la necesidad más humana, - la de encontrar y dar un sentido a nuestras vidas- no halla sitio en nuestra sociedad”. Como ejemplo, compartió con sus alumnos que de los últimos cuarenta pacientes que había visto esos días en el hospital psiquiátrico, más del treinta por ciento presentaban problemas graves que tenían que ver, precisamente, con la falta de significado en sus vidas. 

Yo no podría comparar la sociedad en que vivió Frankl con la nuestra, pero lo que sí tengo claro es que el vacío existencial (aunque no se reconozca) es uno de los principales retos que enfrentamos en nuestro tiempo. 




En una época marcada por la velocidad, la tecnología, la inmediatez, la superficialidad, y la confusión de conceptos, es cada vez más difícil reconocer la diferencia entre lo esencial y lo superficial, entre lo social y el valor de la intimidad de la persona en un mundo volcado al exterior.  Un proceso de búsqueda de sentido de vida requiere de la persona la capacidad de reconocer lo esencial y la determinación de buscar respuestas en la intimidad de su corazón, a pesar de que los parámetros externos indiquen que “todo va bien”.

Y todo iba bien para el actor de Hollywood Jim Caviezel, que en el año 2001 estaba en los cuernos de la luna tras protagonizar La Delgada Línea Roja, de Terrence Malick, película que recibió distintas nominaciones, entre ellas, la de mejor película.

Su siguiente gran proyecto fue El Conde de Montecristo, en la que el joven actor representaría al protagonista. Su carrera iba en claro ascenso y, a sus 33 años, podría considerarse exitoso, y su vida envidiable.  Jim enfrentó el reto de esta producción y la fama que venía con ésta. Y, sin embargo, como ha revelado en distintas entrevistas, se sentía incompleto. La velocidad de su carrera y sus intensas jornadas de trabajo no le permitían estar con su esposa, con quien estaba casado desde hacía cinco años. Pasaba siete días de la semana en Irlanda, Escocia, Inglaterra. Su vida eran aviones, yates, cenas, grandes cheques y millones de fanáticos ¿qué más le podía faltar?

Y es que, como afirma Frankl, la necesidad más humana -el sentido- no se encuentra en las cosas que la sociedad actual nos presenta como ingredientes esenciales para conseguir el éxito y la felicidad. Si no, ¿cómo explicar que aun los que tienen “todo”: trabajo, dinero, casas, viajes, fama, aviones y yates, enfrenten un vacío existencial? Jim Caviezel tuvo que viajar lejos y encontrarse de nuevo con una fe que mantenía dormida, igual que hiciera su personaje Edmundo Dantés al manifestar su desesperación con el sacerdote que conoció en la prisión, a quien, lleno de ira, grita “¡Pero si yo no creo en Dios!”. A ello, el sacerdote responde. “Eso n importa. Él sí cree en ti”.

Tal vez esa parte del guion en El Conde de Montecristo despertó en él la disposición que necesitaba – según lo relata en una entrevista reciente- cuando de pronto, sin esperarlo, recibió una llamada del famoso director Mel Gibson -a quien no conocía- quien le propuso el papel principal en la película de La Pasión: Ni más de menos que el de Jesucristo. Representar ese papel fue una experiencia de vida que lo transformó por completo. Sólo Gibson sabe porque llamó a Jim Caviezel, un actor que lleva las mismas iniciales que Jesucristo (J.C.) justo cuando tenía 33 años, que era la edad de Jesús al morir en la Cruz. ¿Coincidencia? Nunca lo sabremos. El hecho es que hoy Jim reconoce ser un hombre distinto, con una perspectiva sobrenatural de la vida que nunca hubiera imaginado. Y todo empezó con un llamado que percibió a los 19 años para ser actor. Hoy reconoce públicamente que el hacer esta película era parte de su misión.

Es una gran paradoja. ¿Cómo podemos sentirnos tan vacíos, teniendo tanto? Las palabras de Frankl, sobreviviente de los campos de Auschwitz, escritas en 1955, siguen tan actuales como hoy. Y digo actuales, porque estoy seguro de que, si tienes esta conversación con tus seres queridos o con aquellos a quienes les tengas la confianza para entrar en un tema tan espinoso, te darás cuenta de que la gran mayoría de las personas con quienes tratamos, no han dado respuesta a la dura pregunta ¿para qué estoy aquí? y aún no tienen claro el sentido de su vida. De hecho, es muy probable que -aunque nos duela reconocerlo- nosotros mismos estemos en esa situación.

No sabemos la respuesta y, a fuerza de ignorarla, hemos aprendido a vivir con esa incertidumbre y a sacarle la vuelta a esa pregunta que nos acompaña desde nuestra llegada a este mundo, que llevamos impresa en el corazón y que nos acompañará hasta nuestro último suspiro. 


Para conocer el video completo visita el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=KuIghVWk3V0

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