¿Cómo vivir en plenitud?

 









 
                                                                                           Hugo Cuesta
                                                                                           Abril 2020



Una de las mayores decepciones, yo diría desencantos, que he vivido fue cuando cumplí 50 años y me topé de frente con una dura realidad y que era que, a pesar de haber logrado muchos de los objetivos que me había trazado tanto en el ámbito personal, profesional, social, económico e incluso espiritual producto de 25 años de mucho trabajo y esfuerzo; esos logros no eran capaces de colmar ese anhelo de plenitud y de trascendencia que yo llevaba dentro.


Tuve la clara sensación de que, a pesar de que todo iba bastante bien, incluso yo diría mejor de lo esperado en muchos aspectos, algo faltaba. Algo, pero qué… no sabía. Si bien el aspecto profesional había generado grandes satisfacciones y sigue siendo el eje central de mi vida, sigo entregado a mi proyecto profesional, sigo vigente y lo sigo disfrutando; me di cuenta con mucha claridad que mis expectativas de plenitud que podrían llegar a través del concepto de éxito profesional y económico que yo buscaba habían sido sobrevaloradas.


Me pregunté, si no es así: trabajando, buscando el equilibrio personal profesional y familiar, pues entonces ¿cómo se llega a la plenitud? o al menos con el concepto de éxito que todos estábamos buscando, basado en la salud, en el dinero, el reconocimiento, el prestigio… entonces me pregunté cómo vivir en plenitud? Pleno, lleno y me topé con un concepto de éxito mucho más amplio y en algunos de sus aspectos, lo había dejado de lado en esta primera parte de la vida, esa parte de descubrir y vivir tu misión dando respuesta a esa incómoda pregunta de ¿para qué estoy aquí?


Ahí me planteé de frente con ella, que no la tenía resuelta, por muchas razones personales y profesionales. A los 50 años tuve que hacer una pausa urgente que, aunque todo pareciera muy bien, era tiempo de parar. Me di cuenta de que estaba inmerso del cuello en mi crisis en la mitad de la vida, pero no tenía idea cómo abordarla, cómo enfrentarla. Me sentía en una confusión existencial que era totalmente ajena y extraña a mí, porque estaba acostumbrado a andar por la vida con mucha seguridad y aplomo.


Al enfrentar esta crisis me sentía inseguro, dudoso, sin saber hacia dónde ir. ¡Sabía que podía aspirar a una felicidad más plena en la segunda parte de mi vida! Me sentía, literalmente, como en el medio tiempo de un partido de fútbol: un partido que, si bien iba ganando y había tenido un muy buen primer tiempo, sabía que tenía muchas cosas que mejorar. Intuía que me encontraba en el momento justo para hacer un análisis de lo que había hecho hasta el momento y sobre todo lo que me faltaba por hacer.


Pero eso sí: me enfrenté con ese anhelo de plenitud y de trascendencia que se convirtió en una convocatoria urgente -yo diría, casi casi en una obsesión- que no podía seguir viviendo, posponiendo esa toma de conciencia; que la tenía que enfrentar en ese momento. Y no te estoy diciendo nada nuevo, nada que no sepas: todos envejecemos y todos morimos, pero es muy sencillo de ignorar estos cuestionamientos de trascendencia cuando estamos más jóvenes y cuando estamos inmersos en sacar adelante la profesión, la empresa, la familia y estamos comprando cosas y casas que pretendemos que nos aporten una cuota de felicidad que al final nunca llega.


Hay quienes se aferran a esta juventud perdida. Se convierten, -yo diré- en buena medida, en caricaturas de sí mismos. Todo el mundo se da cuenta que está envejeciendo, menos ellos, y se dan cuenta de ese inútil afán de aferrarse a una juventud que ya se fue. No tiene nada de malo envejecer, pero la crisis de la mitad de la vida es algo de lo que no podemos escapar. Así lo comento en mi libro, que se llama precisamente así: la crisis de la mitad de la vida. Y es una crisis tan natural como el paso de la niñez a la juventud, sólo que en ésta pasamos de la juventud a la madurez.



Sería muy duro llamarlo “vejez”, sobre todo porque aún nos sabemos fuertes, vigentes y capaces de sacar adelante grandes proyectos. ¿Qué me falta por hacer, cuál quiero que sea mi epitafio, como quiero que se me recuerde? ¿Qué legado que le voy a dejar al mundo? Esta crisis te obliga a reflexionar si vale la pena seguir viviendo al ritmo frenético del primer tiempo y persiguiendo un concepto limitado y deformado de éxito qué te va a dejar siempre insatisfecho


Esta crisis nos enfrenta con la dolorosa realidad de que plenitud y éxito no son la misma cosa. Desenmarañarlas una de la otra es una parte fundamental de esta transición. Esta transición es un proceso íntimo, personal, que cada uno ha de transitarlo a su manera, a su tiempo y de acuerdo a su personalidad, a sus circunstancias y -yo diría- sobre todo de acuerdo a su filosofía de vida. Pero no hay recetas externas y es muy difícil que desde fuera alguien nos diga qué nos mueve, qué nos apasiona y que nos diga quiénes somos en realidad. Este es un descubrimiento íntimo que sólo nosotros podemos hacer: las pasiones los talentos y el maridaje que podemos hacer entre ellos son las grandes tareas en esta etapa de la vida.


Por eso, si percibes que te acercas o que ya estás en esta crisis de la mitad de la vida, te comparto algunas ideas o algunos tips que te pueden servir:


  • Hacer un alto, pero un alto en serio y reflexiona, desintoxícate de ese ritmo frenético que te tiene atrapado. 

  • Recuerda el silencio y la soledad. Son necesarios para ingresar a las cámaras ocultas en donde se encuentran las respuestas a estas preguntas, pon los medios para reconectar seriamente con tus relaciones más cercanas, las más importantes: tu familia, tú mismo, Dios, tus amigos.  Según Harvard este es un componente fundamental de la felicidad.

  • Explora y redescubre tus talentos y tus pasiones detrás de los cuales se esconde esa plenitud que tanto anhelas. No es necesario abandonar tu negocio. Por supuesto que lo que has logrado, que ha costado mucho trabajo, y sigues aportando un montón en ese sentido; pero enfócate en donde realmente aportas valor, no en cualquier cosa. No te dediques a competir con los horarios de trabajo de los millennials, porque vas a acabar con un burn out. No se trata de que te vayas al Tíbet, se trata de que en tu entorno tomes decisiones que te permitan vivir con mayor plenitud.


Yo diría: diseña tu estrategia para el segundo tiempo de tu vida con base en tu realidad, tu filosofía de vida y sobre todo tu proceso con un proyecto de vida personal, familiar, social, espiritual, que aborde holísticamente todas tus necesidades y no sólo lo profesional


Al no hacerlo te arriesgas a que el silbatazo final del partido te sorprenda distraído en cosas que nunca serán capaces de generar esa plenitud y esa trascendencia que buscas. Atrévete; no te vas a arrepentir.




Para conocer el video completo visita el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=DQCMt8IWYs4&t=23s 


Comentarios

Entradas populares