DE LA LIBERTAD AL COMPROMISO.

 

Vivimos en la época con más opciones, más libertades formales y más posibilidades tecnológicas que nunca. Podemos elegir qué ver, qué comer, con quién hablar, a qué dedicar nuestro tiempo. Todo está a un clic de distancia. 

Y, sin embargo, ¿somos realmente libres? 

Pregúntale a cualquiera qué es la libertad y te dirá: “la capacidad de elegir”. Pero si preguntas cómo se ejerce esa capacidad, el silencio suele durar más. Porque elegir implica decidir. Y decidir implica comprometerse. 

Ahí es donde nos atoramos. 

En nombre de la libertad, muchas veces renunciamos a ejercerla. No elegimos nada para no perdernos nada. No nos casamos con ninguna causa, con ninguna idea, con ninguna persona... para mantener abiertas todas las puertas. Pero al final, acabamos sin cruzar ninguna. 

Y es que la libertad no es solo poder elegir entre opciones. Es tener el coraje de comprometerse con algo que valga la pena. Sin compromiso, la libertad se vuelve humo: un espejismo que se desvanece apenas queremos tocarlo. 

Hoy, somos esclavos del placer inmediato, de las emociones pasajeras, del “aquí y ahora” mal entendido. No hay nadie menos libre que quien está encadenado a sus impulsos. Y no hay adicción más sutil que la adicción al bienestar vacío. 

Lo dice Marian Rojas: hemos sustituido el sentido por la sensación. Y ese intercambio nos está saliendo caro. 

La solución no está en renunciar a nuestra libertad, sino en usarla bien. En elegir compromisos que nos eleven, causas que nos trasciendan, proyectos que le den peso y dirección a nuestra vida. 

No estás aquí para sentirte bien todo el tiempo. Estás aquí para convertirte en alguien. Y eso solo ocurre cuando decides comprometerte. 

Piensa en esto: ¿qué decisiones estás postergando en nombre de tu "libertad"? 

Tal vez lo que necesitas no es más opciones… sino el valor de comprometerte con lo que realmente importa. 

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“La libertad significa responsabilidad; por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo.” 

— George Bernard Shaw

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